...Y su doble: librería y anexos cutáneos

¿Amamos la lectura? Sí ¿La amamos sinceramente? Sí ¿Amamos nuestros libros? Sí, pero en un sentido estético preferimos verlos caídos en las manos de quienes los desean rabiosamente. Esto es una librería para nosotros y creemos que sin este tipo de librerías nos hallaríamos dentro y a merced de una marejada de libros que nos sobrepasan en número y se encuentran dispuestos a aplastarnos. Leer más...

Recomendados de Y SU DOBLE para BA VOICE

Los fantasmas siempre tienen hambre, de José María Marcos (Muerde Muertos, 2010). Once historias de terror. Once disparos de francotirador, ágiles y nerviosos, incisivos y fulgurantes. Historias en las que no faltan los fantasmas, los espíritus, las casas lóbregas y embrujadas, los gatos muertos, los niños, los zombis y los enanos malévolos que instauran espacios abiertos y transitables. Los más entrañables monstruos están ahí y son nobles, sentimentales y hasta anhelados espantajos y adefesios que aman el género tanto como Marcos. Al cabo de una dilatada experiencia, queda claro que el autor no escatima en consideraciones macabras y en homenajes a los maestros del género. Y lo hace en enumeraciones líricas o quizás épicas como manchas incandescentes en el rostro de un cadáver fresco. Más información AQUÍ.
Sí, soy mala poeta pero…, de Alberto Laiseca (Gárgola, 2007). En esta novela, la tensión y la sensibilidad de lo siniestro son precisas, aunque sea arduo determinarlas. Laiseca coloca una serie de personajes de un modo absurdo y sobrecogedor: Analía es una mediocre poetiza, pero también una amante exuberante que sufre de catalepsia y es enterrada viva. Tojo es un chino necrófilo que busca a Analía entre las tumbas del cementerio y, a su paso, disfruta sexualmente de los diferentes hallazgos. Los dos sepultureros son aprendices del vudú brasilero por correspondencia y, tratando de crear un zombi, se topan con Analía, enterrada por error. Pero es el Sapo el personaje que aporta la cuota poética de esta obra. Él es quien entra en escena cada vez que un personaje deja de existir, se los traga, los engulle de un bocado, todo, sin pronunciar palabra.
Un dios demasiado pequeño, de Juan José Burzi (EDULP, 2009). No se puede tener suerte en todo al mismo tiempo: en el amor, en el azar, en la vida, en el clima… pero sí se puede ingresar en el horror como forma de la belleza. Hundirse en estos siete cuentos implica aceptar el horror entendido como la carencia de algo que no es posible explicar, pero que puede ser sentido. La revelación del sentimiento llega a través del dolor y el deseo en relación con el cuerpo, los actos privados que el sufrimiento físico como liberación de la conciencia. Una mujer que se maquilla exangüe, una pareja sadomasoquista, un predicador inválido que obra milagros, una joven anoréxica feliz por su estado, un fetichista encerrado en sus sueños: criaturas que pueblan las impactantes historias arrastrando esencia, cuerpo y transrrealidades detrás de un autor que bucea lo distinto con un abordaje más que apropiado para el género.